Madres que se sienten fracasas por haber necesitado una cesárea o por no haber “disfrutado” del parto —que algunas aseguran puede ser “orgásmico”—. Madres que se sienten culpables, fallidas, por no poder amamantar o se sienten obligadas a hacerlo sine die. Madres las cuales, al darle un biberón a sus bebés, sienten que les están dando… lejía.
Madres que no duermen durante años (porque enseñar a dormir a tus hijos, con métodos como el Estivill, es “nazi”). Madres que nunca dirán “no” a la criatura, porque quieren criar «con respeto». Madres que soportan lo que no soportaron nuestras abuelas en base a una serie de etiquetas (como crianza “con apego”, “natural”, «consciente» o “respetuosa”), que son… ¡etiquetas! (además de un negocio fabuloso).
Porque, en esencia, la llamada crianza natural es un estilo de vida. Nada más. Se puede ser una madre estupenda pariendo por cesárea o con epidural, dando el biberón o usando el cochecito. Y si duerme toda la noche, todos estaréis mejor. Tu hijo te va a querer, va a estar apegado a ti, independientemente de las horas que lo hayas amantado, el lugar en el que duerma y el medio en el que lo transportes.
De todo esto va mi charla sobre el «apego», un estilo de crianza cada vez más en boga y que, entre otros, supone una involución del feminismo de la igualdad. La conferencia está basada en mi libro, Madres Mamíferas (Plataforma), que es sin duda el que más me ha costado escribir pero, creo, el mejor de los cuatro.